Estimulación temprana


En días pasados tuve la fortuna de ser invitado por dos grandes amigos para tener el privilegio de ver la primera función ante un público de la nueva obra de teatro que acababan de montar entre los dos.

Digo que tuve la fortuna y el privilegio porque debo decir que muy pocas veces se tiene la oportunidad de apreciar un trabajo actoral como el de Carlos Serrato Asaath, que gracias a un texto bien trabajado y a un manejo corporal impecable, lo va adentrando a uno en los recovecos de sus propios recuerdos con un lenguaje sencillo aunque lleno de fantasías evocadoras.

La puesta en escena es igualmente sencilla, sin artilugios ni filigranas, ya que todo sucede en una simple banca de un parque, donde toda la responsabilidad escénica recae en el actor. Sí, en el actor, ya que se trata de un único personaje que con gracia, humor y picardía nos va narrando episodios de su vida, aunque bien podrían ser retratos de la vida de cada uno de los espectadores.

Debo confesar que mi experiencia propia fue la de haber asistido a una de esas reuniones como las que, me imagino, debían suceder en las tribus ancestrales donde un anciano sabio contaba y transmitía los cuentos de sus antepasados, o como esas reuniones familiares en donde todos los nietos disfrutaban ensimismados de las historias de sus abuelos, sumado esta vez al trabajo actoral y al despliegue histriónico de todo un profesional.

Talento actoral, dramaturgia, y la dirección impecable de Rafael Cardoso Jiménez hacen de esta pieza teatral, sin ninguna duda, una de esas obras que da gusto ir a ver.

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