Hace unos días me llegó uno de esos correos con un mensaje en PowerPoint, uno de esos emails que le mandan a uno sus amigos para alegrarle el día, o en algunos casos para hacerlo reflexionar. Eso sí, no hablemos de aquellos en los cuales nos piden que reenviemos la información o se nos va a caer el cielo encima, o cosas peores.
Bueno, el caso es que ese mensaje me hizo pensar (noten que sirvió para algo) en la forma en que desde una simple historia como la que allí se contaba, se podía iniciar un cuentico más o menos bien contado en una serie de capitulillos con una estructura coherente y sin tantas pretensiones.
Para no alargar más esta especie de introducción, la cual quiero aprovechar para aclarar que la idea no es mía de ninguna manera y que su origen ya lo he descrito, sino que más bien de ella me nutro para probar(me) que una historia surge de cualquier fuente y que desde ella podemos transformarla a nuestro propio modo de verla, entenderla y disfrutarla y que, sobre todo, podemos hacer uso de cualquiera de las formas narrativas que tengamos a la mano, y que, por ende, ninguna idea es nueva bajo este cielo que nos cubre sino que la diferencia radica única y exclusivamente en la forma de narrarla.
Resumiendo, y como reza nuestro blog: lo importante no es LO que se cuenta, sino CÓMO se cuenta.
La historia es la de un perro que ve su vida pasar delante de sus ojos en un mundo que no lo comprende, y lo termina marginando sin darle nunca la oportunidad de demostrar su verdadera valía. A esta historia se me dio por llamarla “La vida de un supuesto perro gamberro”, y la voy a ir desarrollando en un número de capítulos que iré publicando en la medida en que la mirada de él (de nuestro “supuesto perro gamberro”) vaya descubriendo su mundo y, ojalá, de la forma en la que ustedes también la vayan viendo y comentando.
Así que, sin más, espera en la próxima nota el primero de los capítulos de esta “apasionante” historia ;-)
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