Sí, hay días en los que somos tan lúgubres, tan lúgubres, que hasta una puesta de sol nos resulta triste, una palabra no tiene valor y el amor nos importa un comino.
Pero hay días en los que, aunque no haya sol, todo pensamiento enciende la ilusión y la vida se llena de cosas hermosas.
Hasta las serenas gotas que golpean la tranquila hoja de un árbol nos llenan de paz y su constante tintineo, reventando en pequeñas gotas, parecen coronar su verde tez con chiquititas coronas de cristal.
Hay días en los que somos capaces de robarnos sin color en las mejillas las palabras de un gran poeta para decirle al otro que lo amamos, y hoy es un día de esos; y por eso, con todo lo que soy apretujado en dos palabras, te digo sin ambages y poniendo en ello lo que soy, que te amo.
Porque hoy es un día de esos…
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