En la mayoría de los casos suele suceder que cuando un hombre (o una mujer) decide ir al gimnasio es porque quiera alisar la panza, o como dicen los entendidos, tener un estómago de lavadero (entiéndase que se refieren a esas tablas antiguas en la que lavaban en tiempos de nuestras abuelas), o expresado en otros términos, marcar las chocolatinas, diciendo con ello que quieren tener esos cuadritos definidos rodeándoles el ombligo.
Y así se meten de lleno en una carrera contra el tiempo, y no lo digo de forma figurada, ya que realmente quieren tener esos abdominales en menos de lo que canta un gallo, y hay algunos que se matan de hambre porque creen que así se les van a definir en un tiempo record y terminan desmayados sobre la colchoneta. Otros comienzan a tomar cosas raras para que los ayuden a lograr lo que por sus propios medios no han podido; y hay otros, los más “afortunados”, que logran conseguir que se les vean esos cuadritos en la barriga, pero se dan cuenta al final que siguen teniendo una panza protuberante como la del principio, marcada sí, pero redondeada, y es sólo en ese momento en donde empiezan a pensar qué hicieron mal.
Sólo ahí se dan cuenta de que tienen unos músculos abdominales fuertes como un roble, tan enérgicos que hasta dan miedo, tan definidos que bien se podría sembrar algún cultivo exótico en esos surcos; pero que a la postre no están sobre una línea recta vertical, sino, parafraseando aquella vieja canción de Roberto Carlos, una medida perfecta de “cóncavo y convexo”, y lo menos que sienten es ganas de llorar por la frustración.
Tanta lucha, tanto esfuerzo, tanto sacrificio… para seguir con pancita; re-marcada, sí, pero pancita (o panzota) al fin y al cabo; y vuelve la pregunta, ¿qué hice mal?
Así son los escritores que quieren construir historias impactantes, historias que tengan abdominales de lavadero, que se paseen por las playas y todas las miradas las sigan, que todos hablen de ellas, y resulta que al final sólo pueden mostrar una panza abultada, y también se terminan preguntando, ¿qué hice mal?
Si quieres saberlo tú, te invito a leer la nota El abdominal transverso y la narración de historias.
1 comentario:
Si... que se le va a hacer... a algunos se les notan "los ravioles" abdominales, a otros... los ravioles que se comieron...jajaja!!
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