Para narrar una historia, ya sea que la escribas como una novela, un cuento, una película o una telenovela, lo primero que debes tener es una idea.
Ese es tu punto de partida, esa es la semilla que se acrecentará y dará frutos al final, convertida en toda una historia frondosa y llena de ramificaciones y que, ojalá y gracias a tu esfuerzo, dichos frutos sirvan de alimento a la imaginación de muchos, que lograrán avivar con ellos sus propios sueños y fantasías.
Esa, la idea inicial, es la "primera condición creativa e interpretativa del autor", según las palabras del escritor francés Antoine Cucca, ya que sin un punto de partida no llegarás nunca a un lugar seguro, certero; porque recuerda que para aquél que no sabe para dónde va todo camino resulta ser el indicado, descubriendo que al final no llegó realmente a ninguna parte.
Es por ello que poco a poco notarás cómo esa idea inicial se irá convirtiendo en el centro de tu narración, y no precisamente en el inicio de ella, ya que muy pocas veces termina siendo la primera frase o la primera escena, porque ella será el hilo conductor que moverá la historia; se convertirá en su corazón, en sus entrañas, será la premisa fundamental de ella, y sólo en contadas ocasiones se dejará ver directamente por el lector o el espectador, quien a pesar de no verla sí que la sentirá recorriendo cada espacio de su ser. Si obtienes eso con tu idea, lo has logrado, has conseguido emocionar o poner a pensar a tu público, has podido conectarte con él, lo cual es al fin y al cabo la meta última de tu esfuerzo.
Es por ello que, retomando las palabras de Cucca refiriéndose a la escritura del guión, la idea inicial, la principal, debe ser visual, emocional, creíble y universal.
¿Pero cómo estar seguro de que tu idea inicial se convertirá poco a poco en la idea fundamental, en la premisa de tu historia?, simplemente escríbela en máximo un párrafo de extensión o, mejor aun, en una sola línea. Si al leerla te lleva de inmediato a reflexionar, o te provoca sentimientos más profundos, vas por muy buen camino. Nunca, nunca, la idea fundamental necesitará más de esa extensión para ser expuesta; si es así, replantéala y vuelve a empezar.
Según nos expone Lagos Egri en su texto The Art of Dramatic Writing, la premisa es aquello que el autor quiere decir con su obra y debe ser formulada como una proposición o, dicho de una manera un poco más explícita, es la hipótesis que lanza el autor sobre un determinado tema y deberá ser la obra misma quien deberá encargarse de probar su veracidad.
Digámoslo con un ejemplo, según el mismo Lagos Egri:
Lancemos la premisa de que "la ambición desmedida conduce a la autodestrucción". Esa es la idea principal; ahora, cuál obra escribiríamos para comprobar dicha idea: pues nada más y nada menos que Macbeth. Sencillo, ¿no?
Espero tus comentarios, y hasta la próxima.
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